sábado, 3 de marzo de 2007

DESEOS

Cuando yo muera quiero
que incineren mi cuerpo.
Y en cuanto a mis cenizas
quisiera que se esparzan
como son mis deseos:

Una parte en el mar,
otra parte en el río
con sus brazos extensos,
y otra parte en los campos
donde están los palmares
de donde yo provengo.

Para que las del mar
entre fosforescencias,
tomen esos efluvios
y motiven poemas
y algunos pensamientos
a otros vates rurales
e incluso al mismo pueblo
que inspiró mis cantares
y movió mis anhelos.

Y luego las del río
que atravieza ligero,
se impregnen en los peces
que humildes pescadores
llevarán a sus mesas.
Y que algo de mi esencia
trovadora se ingiera
en el frugal sustento,
para darles un poco
de alegría y aliento.

Y esas, las de los campos,
se mezclen con la tierra
donde los cocoteros
absorben las sustancias
que han de llenar las ánforas
nectarias de sus frutos.
Y luego tras la ráfaga
de golpes de machete,
se abra entre sus cortezas
un pequeño boquete
para libar las aguas
del redondo aljibero.

Y de ellas mis esencias
junto con las dulzuras
que en su seno contiene,
se abreven por las almas
y calmen al sediento.

De esa forma deseo
pervivir en mi pueblo:
aunque sea como chispa
del mar fosforescente,
o como ínfima parte
de la piel de los peces,
o gota del venero
del néctar de los cocos;
porque mi real esencia
está formada de eso.


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