miércoles, 18 de abril de 2007

EL ÁRBOL DE LA VIDA

Me dio mi padre con la fe encendida,
un árebol que estimula el sentimiento,
y me exclamó con singular acento:
Tómalo hijo, es el árbol de la vida.

Lo sembré con mi mano enternecida
y en sus cuidados siempre estoy atento,
prodigándole el agua del sustento,
deseando ver su fronda florecida.

Esperanza en retoños virginales
que brotan con la savia bendecida
dispersa entre sus venas vegetales.

Y cuando mi alma está desfallecida,
me transmite consuelos paternales,
porque en ese árbol me entregó la vida.

Zanca.












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